Rogier van der Weyden. El Descendimiento. Museo del Prado, Madrid |
El Descendimiento, obra del pintor flamenco
Rogier van der Weyden, y uno de los cuadros más impresionantes que figuran en
las salas del Museo del Prado, esconde una curiosa historia tras los vibrantes
colores de su lienzo. Fue encargado al pintor por la
Gran Guilda de los Ballesteros de Lovaina
(Flandes) en 1435, para la capilla que poseía esa cofradía en la iglesia de Santa María de
Extramuros de esa ciudad. Aparte de que van der Weyden concibiera la
composición del descendimiento de Cristo de la cruz como un grupo compacto de
diez figuras que forman una composición oval, existe una referencia disimulada
a los comitentes (los que encargaron y pagaron la pintura). En el motivo
ornamental que remata los dos ángulos del cuadro, unas tracerías góticas, una
diminuta ballesta pende de cada una de ellas.
Hemos seguido observando el cuadro con avizados ojos de cazadores de enigmas. El reto es el siguiente: ¿Se aprecian en el lienzo otras alusiones al objeto elaborado por los miembros de la Gran Guilda?
Después de unos minutos de silenciosa y atenta contemplación, creemos haber interpretado el guiño que nos hace desde el siglo XV el maestro van der Weyden. ¿No os parece que la disposición del cuerpo de Cristo puede interpretarse como una referencia visual evocadora de una ballesta? La cosa pinta más o menos así: los brazos describen la forma del arco, y el cuerpo y las extremidades inferiores aparecen como la caja de la ballesta. ¡Pero seamos serios por una vez! Ese guiño recibe nombres más sesudos: Alegoría, Símbolo, Metáfora.
Después de unos minutos de silenciosa y atenta contemplación, creemos haber interpretado el guiño que nos hace desde el siglo XV el maestro van der Weyden. ¿No os parece que la disposición del cuerpo de Cristo puede interpretarse como una referencia visual evocadora de una ballesta? La cosa pinta más o menos así: los brazos describen la forma del arco, y el cuerpo y las extremidades inferiores aparecen como la caja de la ballesta. ¡Pero seamos serios por una vez! Ese guiño recibe nombres más sesudos: Alegoría, Símbolo, Metáfora.
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